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¿Qué sentido tiene recibir una bendición si no podemos disfrutarla? A veces, sin darnos cuenta, nos encontramos atrapados en aquello que Dios nos dio para que vivamos con gozo y libertad. Nos volvemos esclavos de lo que, en el plan de Dios, debía ser un regalo para nuestro bien.

El pueblo de Israel se encontraba en una situación similar. En Nehemías 9:36, confesaban su realidad: “por eso hoy somos esclavos en la tierra de la abundancia que diste a nuestros antepasados para que la disfrutaran. Somos esclavos en esta buena tierra” (NTV). Aunque estaban en la Tierra Prometida, un lugar de bendición y abundancia, su desobediencia pasada los había convertido en prisioneros de aquello que Dios les había dado para disfrutar. La desobediencia los mantenía esclavizados incluso en medio de las bendiciones, impidiéndoles experimentar la libertad para la cual Dios los había rescatado.

La desobediencia los mantenía esclavizados incluso en medio de las bendiciones, impidiéndoles experimentar la libertad para la cual Dios los había rescatado.

La desobediencia nos hace esclavos en la tierra de la abundancia. Así como el pueblo de Israel, nosotros también podemos recibir algo bueno de parte de Dios y, en vez de disfrutarlo, terminar atrapados por nuestras propias decisiones. Pensemos en aquellos momentos en que Dios nos ha dado una bendición, como el trabajo que tanto pedimos, una relación especial o recursos materiales. Esas bendiciones llegan con el propósito de traernos gozo y de glorificar a Dios, pero cuando nos desviamos hacia la desobediencia —al permitir que el afán, el orgullo o la codicia tomen el control— comenzamos a vivir atrapados. Nos volvemos esclavos del afán y la ambición en el trabajo, del conflicto y el control en las relaciones, o de la acumulación y la dependencia en nuestras posesiones. En lugar de disfrutar estas bendiciones, nos encontramos atrapados por aquello que Dios nos dio para nuestro bien.

La desobediencia distorsiona la intención original de Dios y nos roba de lo que Él quiere que disfrutemos.

La desobediencia convierte las bendiciones en cargas; solo la obediencia trae libertad. La desobediencia distorsiona la intención original de Dios y nos roba de lo que Él quiere que disfrutemos. Es posible tener mucho y aun así estar vacío. Es posible que Dios nos bendiga y aun así convertirnos en esclavos de lo que deberíamos disfrutar. Este tipo de esclavitud no viene de afuera, sino de adentro: de nuestro propio corazón cuando elegimos nuestros caminos en lugar de obedecer a Dios.

La libertad verdadera se encuentra en la obediencia y en confiar que lo que Dios nos da, Él lo sostiene en sus términos, no en los nuestros. Dejemos que Su dirección nos libere de las cadenas autoimpuestas que nos roban la paz y el gozo en medio de las bendiciones.

Preguntas para meditar:

  • ¿Hay algo en mi vida que comenzó como una bendición, pero ahora siento que me tiene atrapado o esclavizado?
  • ¿Estoy buscando mantener alguna bendición bajo mis propios términos en lugar de confiar en que Dios sabe cómo sostenerla?
  • ¿Qué cosas buenas me ha dado Dios que ahora siento que me tienen atrapado por no obedecerlo a Él?

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